EL ABORTO: TERCERA GUERRA MUNDIAL :
El doctor Pablo Marx, profesor de sociología, dictó una conferencia en la Ciudad de México. Al tratar el tema del aborto legalizado, dijo: «El aborto es la matanza más grande de todos los tiempos. Es la tercera guerra mundial, declarada contra los que no han nacido; es la mayor destrucción de la vida registrada durante los últimos doscientos años de la humanidad.»
Cuando se le preguntó si el aborto no sería una solución al problema de la superpoblación, el doctor Marx respondió: «El aborto no resuelve ningún problema; al contrario, causa muchos males, tales como la eutanasia, la destrucción del matrimonio y la vida familiar, la prostitución de la profesión médica y un alto número de muertes de las madres.»
El aborto es una de las tantas salidas desesperadas del ser humano ante la realidad del pecado. ¡Cuántas veces una muchacha soltera que cae en pecado y se entera de que va a tener un hijo, mata a ese hijo en sus entrañas para borrar la falta cometida! Otras veces se trata de una mujer casada que intenta ocultar una infidelidad cometida, o que simplemente evita la llegada de un hijo indeseado e indeseable. Y sin embargo la legalización del aborto es algo que está ganando terreno en muchos países, siendo ya ley en varios. Pero ¿qué del aspecto moral? El hombre no es dueño de la vida. El dueño es Dios. Y Dios es el único que tiene el derecho de dar la vida o de quitarla.
Dios puede destruir la vida del ser humano, como en el Diluvio, porque para eso es Creador, Señor, Sustentador y Juez. Pero el hombre no tiene ese derecho. Con el aborto por cualquier causa, especialmente la causa fútil y egoísta de evitar un hijo que se piensa que va a ser una carga, el hombre pretende hacerse dueño de la vida y alterar los planes de Dios.
Esta es una prueba más de la rebeldía del hombre, que trata de olvidarse de Dios, darle la espalda y controlar su propio destino, tal como el muchacho insolente y rebelde que alza su voz contra la autoridad paterna y grita: «¡En mi vida mando yo, y nadie más!»
La actitud de obediencia, de fe, de confianza y de amor a Cristo, nuestro Dios, nuestro Señor y Salvador, es siempre la decisión segura y correcta. Es hora de que comencemos a valorar la vida de nuestros hijos. Hagamos de Cristo el dueño de nuestra vida, de nuestro destino y de nuestra descendencia
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